Se puede ser feliz, si uno cree firmemente que lo es.
Pintarse una sonrisa como quien se coloca un sombrero.
Salir a la calle y simplemente caminar...

Funciona,
mientras no te miren a los ojos...
Aunque no hay cuidado,
porque ya no existe a penas gente que sepa leer la ausencia de brillo en las pupilas.
La prisa se convierte en aliada de la indiferencia
Y la inercia es un abismo que apetece visitar sin paracaídas.

Lo peor de silenciar anhelos, es acostumbrarse a ello. No encontrar en el supermercado desmaquillante para las sonrisas instaladas.
Es no saber que uno está triste, ni porqué, y lo que es peor,
que ya no importe...

El dolor se va y otra vez es verano...

Todo esto, porque hoy me he dado cuenta de que ya no estás...
He mirado bien dentro, en todos los recuerdos, en las esquinas, en ese cajón con llave,...
Siempre ando perdiendo cosas.
Cuando vivía en casa de mis padres, mi madre me decía si le preguntaba "¡estará donde lo hayas dejado!".
Esa frase me crispaba y además no es verdad...
a veces.

He revuelto todo, lo que deseé contigo, todas las caricias, tus manos atrapando mi cara para darme un sólo beso, mis ganas de algunas cosas que otros tienen y yo no, ...
Y no estabas por ninguna parte.

Tengo que llamar a mi madre, porque siempre que me pasaba esto, yo nunca encontraba lo que fuera, y gritaba siempre desde otra habitación (porque en el fondo ella siempre confiaba en que pudiera resolverlo sola): "¡Pues no está aquí!".
Entonces ella venía, miraba dos segundos, y "lo que fuera" aparecía como por arte de magia justo donde yo había estado buscando durante tres horas, cuatro minutos y doce segundos...

Y es que las madres son así.

A mi también me gustaría ser un hada algún día...

Y escuchar a alguien definirme con una sóla palabra
primigenia.
Sólo una...
pequeñita y muy alta a la vez,
que nunca diré cual es,
por si no se cumple...