A veces, todavía, me despierto en medio de la noche, enfadada, tanto, conmigo.
No por que las decisiones que tomé no fueran las correctas, que lo fueron, si no porque él era con sus sueños, igual que esos mapas del colegio, transparentes, esos que colocabas encima de España para aprender todos los accidentes geográficos.
Él creía que todas las mujeres del mundo son iguales.
Les solapaba sus sueños, nos cubría, láminas traslúcidas llenas de ríos, valles y montañas.
Lo peor de todo fue creerlo, y ver con tus ojos, con el tiempo, que otra, igual que tu bites the dust...
Sobre todo había montañas, demasiadas...
por culpa de las mismas palabras, las mismas promesas, los mismos poemas, la misma hoja de ruta...
La primera vez que me dí cuenta, me reí a carcajadas, luego sentí mucha tristeza, por mi, luego me acuné muy dentro. Yo había vivido algo por primera vez, puro, arriesgando demasiado por quien
no
valía
nada,
él tan sólo estaba intentando ganar esa vez la misma partida de siempre...
Después de aquello, me convertí en territorio inexpugnable y me prometí en voz alta, cuidar de mi como nunca antes, para no volver a ser jamás carne de loco y de cobarde.
Y creo que te perdoné, y aprendí a reírme de ti, que no contigo, el mismo día que conocí al Señor Hanlon
17 de septiembre de 2012
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1 comentario:
Y al final, quién no muerde el polvo...
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