Le dije al oído muy bajito una vez "tienes bonito hasta el nombre".
Y si bien es cierto que llamarse "Mario", no era llamarse cualquier cosa, me quedó como el dicho castellano "del cerdo me gustan hasta los andares...".
Él no era un cerdo, ...creo. Pero si un mortal.

Que daño hicieron algunos filósofos a la poesía...

Le tiré encima de mi cama. A pesar de haber buscado bien, sólo encontré un feo pañuelo blanco y negro de licra brillante...

que aún conservo.

Lo hice jirones y le vendé los ojos. Le acaricié los brazos, primero uno, luego el segundo, y conté incluso hasta el tres...

Le até las manos, mientras rozaba mis labios con su cuello y le prometía que no ... Que iba a poder moverse...un poco.

Le dije: "vamos a jugar a la gallinita ciega" y me acerqué a sus labios.

- ¿qué ha sido eso? - dijo
- Mi boca...
- ¿y ahora?
- Mi pecho...
- Tengo la garganta seca, creo que he cogido un poco de frío en los oídos.
- A ver.Abre la boca. Saca la lengua y dí "aaaa"
- Aaaaa...
- Y ahora estate quieto un ratito...
- ¿Qué es esto?.
- Mis muslos dando calor a tus oídos...¿No habías dicho que te dolían?



- Así no se juega a la gallinita ciega... - dijo cuando pudo hablar.
- Que si... Es justo así, lo que pasa es que eres demasiado joven para acordarte...
- Iré al Prado a mirar. Me gusta Goya...
- Avísame y te acompaño...La vida está llena de demasiadas mentiras.