3 de agosto de 2010

Ser de lejos

Al otro lado

Foto: Quizás.

Marrakech 2009


El deje de su voz es el que la delata, ese - tu sabes- dulce, del país donde las familias se reunen y les caen alternativamente lágrimas y risas, o al mismo tiempo, y al compás con suerte del sonido de las ollas arroceras. En la cabeza lleva una coleta tan alta y tan tirante que provoca que se alce como una montañita, aunque sea pequeña, y con la cara llena sólo de unos pequeños ojos verdes que cambian de posición con su sonrisa.

Hoy, ella ha empezado a trabajar en mi casa, que ya no es mi casa, pero eso, es, otra historia, y está contenta. Tres meses lleva alejada del infierno, de un país con un malecón y demasiadas vistas al mar y a la esperanza.

Me he acordado de ese cuento de ese donde un hombre se iba comiendo algo, creo que nueces y tiraba las cáscaras despreocupado, y al girarse encuentra a otro matando el hambre agradecido con las cáscaras.

En la puerta de mi casa había una pantalla de ordenador, una impresora, y una cpu desmontada en una bolsa de basura, llevaba ahí un tiempo demasiado largo, el mismo que marcaba la desidia entre una pareja que ya rota, reptaba por las habitaciones evitándose, amablemente, le dije que lo llevara al punto limpio, le dije donde estaba, le dije yo no puedo, pesa, le dije hace ni me acuerdo, y allí seguía todo, en esa esquina de la entrada como si fuera un adorno más que repartirse. Me he acordado porque el otro día, fui a comprar comida y como hacía calor pedí prestada una cesta de esas con ruedas que prometí devolver al día siguiente con la entrega de la compra y olvidé dar al repartidor, y ahí seguía en la cocina silenciosa.

Llevo un mes sin hablar con mi madre, ella sigue en Cuba, mi padre está en Miami con mi hija y mi nieta de diez meses, no la conozco, pero en el locutorio la he visto por una cámara pequeñita, y cuando escucha mi voz, sabe, que soy su abuela y sonríe, todo el tiempo. Luego se ha marchardo a terminar de limpiar la habitación y a llorar con el pudor de los desheredados, de los que no les queda más remedio que partirse en dos mitades y vivir con la que toca, le he rozado el hombro, y le ha dado un abrazo, perdona me ha dicho, es duro. Cuando le he pagado por su trabajo, me ha dado las gracias tantas veces que daba la sensación de que al billete le habían crecido lazos de colores. Se ha marchado por la puerta, con esa cpu rota a pedazos, la pantalla, y todo lo demás, rodando por el portal con la cesta de ruedas llena del AhorraMás ya, para siempre, hurtada por mi al supermercado. La he querido ayudar a bajar los escalones: "yo puedo sola, los cubanos podemos con todo, tu no te preocupes. Nos vemos el martes. Con esto, llamaré a mi madre hoy. Gracias..."

Se llama Gladys, y su nieta, lleva su nombre al otro lado de todas las olas del Altántico.




3 comentarios:

Espera a la primavera, B... dijo...

Tienes los ojos que miran más bonito del mundo.

TORO SALVAJE dijo...

Menuda hostia me he llevado.
De que coño nos quejamos?

Besos.

Gata dijo...

Gracias cariño. Un beso Toni

Toro hay historias de esas por la calle todos los días. Eso digo yo ¿de q nos quejamos?
besos