31 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad

Ainhoa no era muy simpática, era islandesa, aunque no sé si eso tiene algo que ver con nada, también era con Fred 20 años de matrimonio y dos torres enormes con ojos azules que aprendieron a decir pan y agua en cuatro idiomas distintos, a la vez.

Aún escucho a Fred decir que ella era su inspiración, que sin ella, él, probablemente no era nada. Ahora Fred pisa la casa más grande de toda la ciudad, vende apartamentos desbrozados, y no hay sitio en el espacio destinado al garaje para tanto velocípedo asistido, ni siquiera cabe el Aston Martín Vantage V8 del que apetece grabarse un CD con el burdel de su motor, porque cuando arranca puedes ver, sin la menor dificultad, flotando música, y a Callas cantando cualquiera de Carmen de Bizet. Todo, tan nuevo, que Aihnoa se volvió vieja, y ayer Fred a las diez y media de la noche, en el frío restaurante Grille de la ciudad de Huy a orillas del Mosa, en la segunda mesa, según se entra a la derecha al lado de la chimenea, que servía de poco más que de adorno, y para fantasear con la idea de meterle en la boca cuatro troncos flameantes, con cuarenta y ocho años de edad, vientre considerable debajo de un jersey de lana no tan nuevo, menos pelo que el Dúo Dinámico, y el alma despoblada de toda compasión hacia los que no portan una Visa negra en la cartera, acariciaba una y otra vez, como una posesión, la preñez aún insignificante de un ratoncito moreno que a penas abrió la boca, delgada, mitad nada, y mitad sólo, languidez vocal y despistante de Carla Bruni sin guitarra, con mucho menos también que la mitad de años en el carné que la mano de rey Midas, y menos interés por la vida en general, que cualquier enterrador que se precie de su profesión por verdadera vocación y no por hambre de mentira.

En fín que Ainhoa ya no estaba, como no estaban ya otros millones de cosas fuera y dentro de mi, o en la plaza de Huy esa estatua que recordaba una guerra que casi ninguno de los que leáis esto et moi, hicisteis otra cosa que leerla, y aunque Islandia prometía seguir en el mismo sitio, a mi, a veces me da por nostalgiarme, a causa de mi, reitero, a veces carácter de cementerio, lo sé, inglés exactamente, que aunque jamás vi uno, seguro los reconozco en cualquier parte.

Ya de vuelta mientras echaba de menos ni sé qué, pensaba en la sonrisa de Fred sin Ainhoa, en lo que se gestaba dentro del ratoncillo silencioso, en su ensimismamiento dopamínico de pronta caducidad por alguien seguramente gran persona, pero con menos sal que los lagos de arriba del todo, según se va para Covadonga, con parada incluida para picar un plato de fabes y tomarse un carajillo, y resolví que seguramente el olvido de su musa a cambio de 2.000€ todos los meses y una casa sin muebles, y su empeño, por redecorar su vida era motivado, posiblemente, por ese miedo cerval a las arrugas que acecha a instancias de todas las marcas de crema antiage más a los hombres que a mujeres, demasiado ocupadas siempre en el todo de los todos, como para imitar lo que la mayoría de los hombres hacen para barrer del alma cualquier acecho de ocaso irreversible, y echarse al coño, sin remordimiento por ejemplo, a cualquier chaval en edad de comenzar a saber lo que es la vida, entre las piernas de una mujer: el único sitio al que siempre querrán volver, pese a todo. Esa caverna resbaladiza, dulce y suave que le escupió al mundo un día y que ahora busca por todos los medios la forma de recuperarlos.

Total, que Ainhoa estaba más muerta ya, en el presente milloneti de Fred, que el clavo en una puerta igual o más que Morley y yo reflexioné, así, muy para mis adentros, que quizás, él sólo estaba buscando una manera de pararse de morir.

El amor, dicen tantas cosas del amor...

Y entonces pensé en mi, en medio de todo este paisaje nevado, en lo que me hacía ser, pensé en ti, cariño, y en cada vez que entrabas en mi, en cada caricia, y en todas tus miradas que ya, y que aún no, y en como así, quizás sin saberlo siquiera, tú, lograbas alejarme de la muerte.

Feliz año chicos,
por la vida.

Un beso.

5 comentarios:

Lucía dijo...

Que sentencia
más conmovedora.

Feliz año nuevo para vos.
Un abrazo.

Fiebre dijo...

¡Por la vida!

El más bello brindis que he leido hoy.

Y por ti, ojazos como platos.

Besos fiebrosos.

Gaearon dijo...

Un placer empezar un año metiéndome en camisas de once varas. Y a mí me han dicho "sorprendente"... ;)

Besossss

Unknown dijo...

Feliz año nuevo amiga Gata.

en un camisa de once varas.. una buena entrada la verdad.

Abrazos.

Gata dijo...

Gracias Lucia, bonito nombre <;)

Fiebre Rubia! cuanto time, q bien verte por aquí, pero q alegría q me das, pero...pero, pero...q te echaba de menos
Un abrazo, guapa so sala!

Gaearon, precioso ojo. Lo tienes todo a juego jeje
saludos amigo, y bienvenido

Angel, merci, cuanto tiempo tb ¿os habéis puesto nostalgicos o qué?
besos para ti