Un día cualquiera te preguntas qué hora es...

Dejó embarazada a su novia y se fue a la mili. Era pequeño y de estructura lógica, como de cubo. Uno limpio sin lados, ni vértices. Un cubo raro, único, un Atlas como de miniatura, pero capaz de todo y para todos.

En Soria el frío se le iba cuando leía por las noches en el catre con una linternita las cartas que Paula le iba escribiéndo con letra cada vez más extraña y laberíntica, cuanto más se le alejaba la mesa por culpa de la tripa del resto del cuerpo y de las manos.

Y él le respondía...cosas.

"Cuando vuelva me caso contigo. Lo haré. Lo haría, aunque Irene - porque va a llamarse Irene - hubiera decidido otra cosa en otro año. Debes estar muy guapa, así, morena, pequeña, y cada vez más para afuera como una fruta, toda risa de arrollo. El mío."

Era un hombre de palabra. Comía como una lima, adoraba las tartas de manzana, y cuando le mirabas no podías evitar hacerle la ronda y preguntarte dónde coño lo metía todo. Sus dientes eran blancos, alineados, en fila, duros. Su generosidad diáfana. Su pelo canoso, y sus ojos tan azules... altos, se volvían pequeños, pequeñisimos sólo si sonreía a carcajadas, porque Julio, hacía eso, nunca sonreía sólo, nunca se reía sólo, comenzaba con una simple mueca y sólo sabía convertirse en una fiesta.

Tenía dos vicios, el Heavy y el billar, y otro, otro con dos ruedas y llantas preciosas onduladas como un viento de otoño, que se lo ha llevado para siempre hoy a las 10:30h de la mañana en la calle Vía Carpetana de Madrid.

Se ha marchado a lomos de su compañera, una moto que se había comprado hacía muy poquito.
No sé que ha pasado exactamente, los detalles son irrelevantes, sólo importa que se ha ido.

Mañana todos sus amigos le diremos adiós.

Tenía 52 años, y la semana que viene el día 16 habría cumplido un año más.

Descansa en paz y gracias amigo, por todo.

Paula e Irene estarán bien. Te lo prometemos.