Una de las sensaciones más raras -creo- de cuando se muere alguien, es que todo insista en continuar.
No sé,... en pensar, que cómo puede marcharse alguien que fue sol, y el sol siga, y el tráfico, y las noticias, y las películas de estreno en los cines, y todo gire, y no se pare, ni siquiera unos minutos, que no se quede suspendido el tiempo, en silencio, quieto por respeto siquiera lo que dura respirar y soltar el aire, una sola vez.

A la hora de enterarnos de la noticia, yo tuve que poner un lavaplatos, mi hermana amiga de él de toda la vida me ayudó, y el resto de amigos hicieron cosas, otras, siempre, para delante, porque es lo que hay que hacer, porque es lo que nos toca, porque es así y sobre todo porque es lo que él hubiera querido que hicieramos, que pusieramos lavaplatos, que metieramos la pastilla de jabón en su lugar, que le dieramos al on... de nuevo.

Se le paró el corazón encima de su moto... Y eso siendo un deportista de siempre, cinturón negro de Judo, campeón de billar, tenis, y ni habiendo fumado, ni bebido nunca en toda su vida, que se lo cuenten eso a la Leire Pajín para que lo meta en alguna parte de sus estadísticas en su caza de brujas declarada a los fumadores (que está claro que no hay que ir a buscarlo, pero que si te tiene que dar a ti, te da y adiós).

En fín... que injustos son a veces los corazones, y que tontos, porque se empeñan, a veces, en latir más fuerte por quien no se lo merece, y menos por quien sí, porque hacen cosas raras, eses y zetas, porque casi nunca les hacemos caso, porque nunca razonan si no que siempre hacen las cosas porque sí...

porque se paran cuando no se tenían que haber parado nunca.

Gracias por todos vuestros comentarios, mails, etc...gracias por estar... siempre.

Otro día os cuento otras cositas

Buena semana a todos.