28 de marzo de 2012

Al amor de mi vida

Ayer vi una película sobre la vida de Charles Darwin. Un plano bellísimo de su mujer Emma mirándole a través del cristal, me hizo pensar. Pronto estaré en otro país extraño para mi, mirando(nos) por ventanas muy distintas a las que ahora habito.

He esperado, he confiado, me he deshecho de innumerables lastres y por fin, poco a poco estoy obteniendo recompensas en mi vida. Ha sido lento el camino y muchas veces triste y muchas veces me he visto cometer errores, todos ellos reparables o facilmente olvidables.

Él, mi él de verdad, mi él de siempre, aunque a veces parecía que nos alejáramos, era un campo yermo, por mi culpa, pero cuando he sido lo suficientemente paciente, paciente de verdad, ha cambiado. Todos tenemos nuestros tiempos, distintos a los de los demás, algunos quieren ir tan rápido en la vida, que todo lo que siembran se reduce en poco a la nada. Yo nunca creí en las promesas fáciles, nunca jamás creí en los te quiero desenfundados, si en la calma, si en el tiempo, si en la perseverancia, si en los detalles, pero no los que algunas personas me dedicaron tan sólo con el fin de querer atraparme entre sus redes.

Al amor no se le encierra dentro de promesas. Al amor hay que saber mirarle a los ojos, saber reconocerlo, y no dañarlo, jamás. Aunque sea raro, aunque no sea lo ortodoxo, aunque no obtengamos de él todo lo que queremos. Jamás dejé que me castigaran por no ser aquello que esperaban y nunca quise ser el lienzo en blanco en el que otros pintaran de nuevo su vida para intentar enmendar sus errores pasados.

Sólo yo, soy barro, para mi.
Yo, y sólo yo, la que decido mi vida,
y ahora, hoy, sé
que no me equivoqué

porque soy feliz

y si alguna vez, no lo soy,
será tan sólo       
                 por
                        mi
                             culpa